Es muy probable que hasta mediados de abril se presente el pico más alto de contagios de COVID19 en el mundo occidental y habrá que estar atentos a una nueva oleada de infectados en China, en donde inició la pandemia. El impacto que este virus está generando a la economía global no tiene precedentes, es increíble como las principales economías (EE. UU. y Unión Europea) han actuado eficazmente a través de políticas fiscales (aprobación de presupuestos para el gasto en salud, oferta monetaria y disminución de la tasa de interés) con el fin de disminuir las consecuencias en los ámbitos económicos y financieros, que sin lugar a duda pueden llegar a generar efectos sociales alarmantes en todo el mundo.
En estos últimos días, he participado de algunos webinars sobre el impacto económico de la pandemia y el mayor consenso es que la economía global se encuentra en un terreno desconocido dada la complejidad que implica la formulación de proyecciones económicas y financieras por la inmensa incertidumbre y volatilidad que están presentes en los diferentes mercados y en el comportamiento de los sujetos económicos. De hecho, ya se ha presentado una contracción de la economía global en el primer trimestre del año.
Todos estamos dando seguimiento diario al número de infectados y fallecidos, que se presentan en cada uno de los países del mundo. El presidente Trump, en días anteriores anunció que el número de fallecidos en el país del norte será, como mínimo, 250.000 personas. Además, sabemos que el aislamiento social es la medida más sensata para lograr contener la temible curva estadística de la enfermedad (aplanarla) y de esta manera evitar el colapso de los sistemas de salud. En el ámbito económico, las últimas semanas han estado caracterizadas por algunas determinaciones, entre las que destaco la aprobación del gobierno americano de un paquete de estímulo fiscal de dos trillones de dólares (un 10% del PIB) y los recortes de las tasas de interés por parte de los principales Bancos Centrales (la FED norteamericana fijó en 0%). Por otro lado, se han generado graves impactos: solamente en EE.UU. la semana anterior se registraron 3,28 millones de solicitudes de subsidio por desempleo; el precio del barril del petróleo se ha desplomado en las últimas semana como resultado de la disminución en la demanda y por el aumento de la producción de Arabia Saudita; el petróleo oriente se cotiza, al 6 de abril, en US $24,86 dólares por barril, disminuyendo 81% en aproximadamente un mes; las proyecciones de crecimiento económico para el 2020 han sido ajustadas; los precios de las acciones de muchas corporaciones han disminuido significativamente, siendo las más afectadas las de las empresas de sectores energético, turismo, aeronáutica, automotriz y seguros de salud; muchos bonos corporativos han perdido valor en sus precios; los inversionistas se refugian en activos más fuertes como el dólar y el oro, lo que ha generado que el dólar se aprecie frente al resto de monedas y el precio del oro se fortalezca.
Frente a esta realidad, para las economías con altos niveles de informalidad, que presentan problemas estructurales, la situación es mucho más compleja y el impacto puede ser más profundo en lo social, como es el caso de la economía ecuatoriana que mantiene un serio déficit fiscal, altos niveles de endeudamiento externo e interno, bajas reservas monetarias, un sector productivo debilitado, alta dependencia a los ingresos petroleros, altos niveles de desempleo y subempleo. De ahí, resulta urgente que el estado ecuatoriano, a través de sus principales funciones: ejecutiva y legislativa tomen decisiones serias e inteligentes que permitan controlar los graves efectos de la tragedia sanitaria.
En ese sentido, considero que el ejecutivo debe asignar recursos al sector de la salud y para ayuda alimentaria a la población de escasos recursos, con el fin de fortalecer el sistema hospitalario y facilitar el aislamiento social; además, es fundamental que el gobierno aumente la oferta monetaria en la economía con el fin de canalizar una disminución de las tasas de interés; claro está que para garantizar la asignación de estos recursos debe plantear un plan de financiamiento que incluya una conveniente y planificada restructuración de la deuda externa. Para cumplir este cometido no debe hacer eco de voces populistas que promueven el no pago de la deuda (sería una decisión con graves implicaciones). Al contrario de aquello, debe enfocarse en gestionar, dada la emergencia y situación económica del Ecuador, a la obtención de nuevos créditos, renegociar los créditos actuales a mayores plazos y menores tasas, tanto más ahora que el FMI está dando muestras claras de apertura y apoyo a este tipo de economías que hoy necesitan más que nunca el apoyo financiero de los organismos multilaterales. Asimismo, debe continuar con el plan de reducción del gasto público innecesario, que en gran parte heredó del gobierno anterior y disminuir gradualmente el subsidio a los combustibles. Adicionalmente, se debería disminuir las importaciones, a través de la imposición de salvaguardas (restricción temporal de importaciones) a determinados productos que se pueden producir internamente y, de esta manera, cerrar la brecha en la balanza de pagos por la afectación en las exportaciones por la disminución del consumo mundial.
También, es muy necesario plantear al legislativo, con carácter de urgente, reformas tributarias y laborales que permitan mejorar los ingresos de estado. Las reformas tributarias deben enfocarse en la redistribución de la riqueza; para ello, convendría plantearse un impuesto al patrimonio y a los consumos de productos especiales. Estas decisiones, por supuesto, tendrán un impacto social, pero de no tomarse se generarán mayores consecuencias negativas en el mediano y largo plazo. Además, es imperioso que las reformas laborales incluyan la flexibilización en la contratación para dinamizar la producción y mejorar el empleo. Hay que entender que el mundo cambió, y, si se quiere promover efectivamente el teletrabajo, es fundamental que entendamos empleados y empleadores que la estabilidad laboral, los salarios y la productividad, se generan a través de políticas flexibles de contratación, remuneración por resultados, formación y especialización de los trabajadores y sobretodo por el trabajo conjunto de las parte laborales para cumplir las metas de las empresas, garantizando, eso si, las condiciones y bienestar de las personas.
Por su parte, el sistema financiero, con impulso del gobierno central, debe acompañar al sector empresarial facilitando la reestructuración de las deudas e impulsar nuevos créditos que sobretodo favorezcan a las medianas y pequeñas empresas con el objeto de facilitarles liquidez y de esta manera permitirles que puedan sobrevivir a la disminución de sus ventas o la paralización de actividades. Las empresas de mayor tamaño, que normalmente tienen facilidad para acceder al crédito, deben cancelar oportunamente a sus proveedores, priorizando los más pequeños y de esta manera mantener la cadena y el ciclo del efectivo. Y, sobretodo, las empresas tienen el gran reto de promover la responsabilidad y la innovación social enfocada a mantener los empleos de sus colaboradores haciendo los esfuerzos necesarios. El aspecto económico será siempre de enorme trascendencia social porque impacta en todas las personas, por lo que, las decisiones y estrategias empresariales deben incluir el concepto de dignidad humana, es decir, la capacidad de identificarse con el prójimo, con la libertad y con la creatividad como medio para el cumplimiento objetivos. Considero a la época actual una gran oportunidad para que el sistema capitalista demuestre que puede subsistir a esta grave crisis, a pesar de renunciar a excesivas utilidades en beneficio del gran conglomerado social. Finalmente, no olvidemos que nuestros logros profesionales o laborales no tienen total sentido si dejan de estar acompañados de acciones solidarias.